Lobezno Inmortal es la última producción de Marvel, que parece dispuesta a seguir inundando las salas de cine con las aventuras de sus superhéroes más laureados. Pronto pasarán de nuevo por la gran pantalla El Capitán América y Thor, y no mucho después la segunda entrega de Los Vengadores mientras en la pequeña pantalla podremos ver la serie S.H.I.E.L.D.
La verdad es que creo que nos merecemos un descanso o aires nuevos en la cartelera, ya que no sólo cansa el ver a superhumanos “desfaciendo entuertos”, sino que además cuando lo hacen es sin gracia.
Es lo que ocurre con Lobezno Inmortal, un largometraje que podríamos posicionar cronológicamente después de X-Men 3 y, por supuesto, olvidando esa cinta llamada Lobezno Orígenes de la que no voy a decir nada al respecto ya que no creo que pueda decir nada positivo. Lobezno Inmortal es un film sin cuerpo y sin espíritu, una sucesión de imágenes de acción, una serie de secuencias sin ritmo, un elenco de personajes planos y sin alma.
En esta ocasión, Logan, que lleva ni se sabe perdido en unas montañas de un paraje incomparable, viaja a Japón para encontrarse con un antiguo amigo al que salvó de los terribles efectos de la bomba atómica que cayó sobre Nagasaki sin sufrir él ni un rasguño. Con la promesa de quitarle la “maldición” de la inmortalidad, el señor Yashida, que se ha convertido en el empresario más poderoso de Japón, involucrará a Logan en una especie de conspiración palaciega vagamente shakesperiana.
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