miércoles, 29 de agosto de 2012

Aleph, de Paulo Coelho. Reseña.

Aleph es la penúltima obra del escritor brasileño Paulo Coelho, uno de mis escritores favoritos y autor del aclamado título, El Alquimista.

Aleph es una obra autobiográfica, desnuda, que aceptas o no aceptas, depende, supongo, de tu capacidad de creer en el mundo espiritual. Es el diario del viaje, que relata las etapas más importantes del trayecto en el Transiberiano desde Moscú hasta Vladivostok, donde cada parada es además un descubrimiento vital, no sólo por parte del autor, sino también del lector, si está dispuesto a intentar que la experiencia ajena le empape de consejos vitales.

Las obras de Paulo Coelho, como Aleph, no se pueden analizar como una novela al uso, centrándonos en su estructura, longitud y demás. Si acaso, cada persona hace un análisis personal y único.

En mi caso, tras terminar de leer Aleph, he sentido algo y a la vez no he sentido nada, como si de repente me faltara información, no hay certezas pero tampoco dudas, cierta parte de mi ego ha sido demolida y sustituida por una tranquilidad que me es del todo desconocida, y que quizás por eso me inquiete de cierta forma.

Quizás a una persona muy cerrada, Paulo Coelho no le transmita nada, pero basta un atisbo de duda en el corazón ante todo lo que te rodea y ante uno mismo, para que sus palabras entren de lleno para que de alguna forma te replantees ideas y patrones que no te hacen ningún bien, sino todo lo contrario.

Quizás una frase del libro ilustren un poco mejor, tanto el libro como mis sensaciones al leerlo.

“No somos lo que las personas quisieran que fuésemos. Somos quienes decidimos ser. Siempre es fácil culpar a los demás. Puedes pasar tu vida culpando al mundo, pero tus éxitos o tus derrotas son tu entera responsabilidad”.

“Ninguna vida está completa sin un toque de locura”.


Muchas gracias Paulo Coelho.
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