Si Daredevil tiene las tortas y los cliffhangers milimétricos,
The Punisher la sangre gatis, Jessica Jones la frescura de una novela negra de baratillo
(pero molona) y Iron Fist los bostezos y los clichés sobre el Kung-Fu., Luke
Cage tiene el sabor de la calle y los diálogos interminables, intensos y que
delimitan el bien y el mal y la delgada línea que los separa.
Luke Cage no tiene tanta acción como Daredevil ni tanto dinamismo
como Jessica Jones pero tiene un aura de western urbano mezclado con un aroma,
quizás, de Uno de los Nuestros un 70% serie de gánsteres, un 20% de conciencia
social y un 10% de súper poderes… si hasta hay una escena final sacada del
padrino y todo, no me fastidies.
Aún con todo lo malo que se le podría sacar a la segunda
temporada, que si puede ser lenta, que si hay personajes paja, que parece un
poco forzada en algunos casos, la serie fluye diluyendo todas esas cosas en un
mero ruido de fondo o quizás una pequeña mueca que diga «no me termina de cuadrar».
Sin embargo, ahora que han juntado a todos los superhéroes de
Netflix en un solo crossover en The
Defenders, está claro que cada uno de ellos necesita su espacio, su camino en
solitario, su historia que contar y la de Luke Cage no es un excepción, aunque nos cuenten más de sus adversarios como Bushmaster que de él mismo.
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