miércoles, 18 de julio de 2018

Originales de Netflix: ARQ y El final de todo, dos ejemplos de lo mejor y lo peor.


Las películas de Netflix de producción propia, esa lista de cosas que ver más allá de las series de Marvel o de las colaboraciones canceladas como The Expanse, son películas como las que verías una tarde de domingo en Antena 3 hacia las tres de la tarde para echarte la siesta porque no te apetece ver el ciclismo, eso sí, con un poco más de presupuesto. Películas cortas de argumentos sencillos y nada enrevesados, tirando quizás a simplones que en mayor o menor medida consiguen entretener.

Puede ser una plataforma para dar una oportunidad a directores y guionistas noveles, lo cual es una buena idea (ejem, Netflix, ejem, dadme una oportunidad) pero por otro lado la falta de publicidad por así decir o quizás la prisa por llenar la parrilla de contenido para que no parezca que al menos la de Netflix España está medio vacía, nos pone productos que si acaso rallan el siete sobre diez.

Dos ejemplos:

ARQ:




Protagonizada por Robbie Amell (hermano de Stephen Amell protagonista de Arrow o Tortugas Ninja) y Rachael Taylor (que aparece en Jessica Jones o Transformers entre otras), nos mete en una novedosa historia de bucles temporales dentro de la misma ubicación. El protagonista, Renton, ha creado en su casa un generador de energía infinita con un inesperado resultado. Tendrá que vivir el mismo día una y otra vez en su casa, aislado del apocalíptico mundo exterior, mientras trata de sobrevivir cada día a la irrupción de unos ladrones.

En este caso es una buena película, el tema es recurrente pero la ejecución es bastante original, todo un ocho sobre diez.


El final de todo:

Protagonizada por Theo James (Saga Divergente) y Forest Whitaker (qué no sabréis de él), nos pone en medio de una catástrofe natural a escala global (o eso creemos) en donde Will Younger (Theo James) cruza todo el país de costa a costa para ver si su novia sigue viva con la ayuda de su suegro, Tom Sutherland (Forest Whitaker) el cual, por cierto, tiene un poco de ojeriza por su yerno.

Rayos, fuego, lluvias torrenciales, temblores y gente que pierde un poco la cabeza pegando tiros e intentado sobrevivir.

Will y Tom cruzan el país para que Will se reúna con su novia y, una vez a salvo o eso parece, no contarnos nada. El coche desaparece por una carretera tras huir de una explosión volcánica (creo que todo va por eso de Yellowstone) parece que los tortolitos se despiden el uno del otro, como arañando los últimos segundos de vida y… sobreviven. Pero no es un final feliz, o eso parece, de hecho, diría que no es ningún final. Si la idea era poner de manifiesto que a la gente se la va a ir a la cabeza en cuanto a los volcanes les de por explotar a la vez, bien, vale, mensaje recibido, si no, me temo que han sacado dinero de la hucha para rellenar un poco la oferta.

Todo un tres sobre diez.

Al final supongo que Netflix tendrá que pensar en seguir rellenando espacios con películas como la adaptación del videojuego Halo, que no seduce lo suficiente como para darle cinco minutos, o en intentar de verdad hacer un sello de calidad de producción de películas es decir crear una especie de blockbuster de segunda división o apuntar un poco más alto, algo entre la producción más o menos independiente y el entretenimiento más puro.

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