martes, 8 de mayo de 2012

La difícil tarea de desarrollar una escena en una novela.



Desarrollar una escena vívida y que al mismo tiempo sea dinámica para que el lector no le resulte pesado es una tarea titánica por no decir imposible. Ningún escritor contemporáneo se pondrá a escribir cada rincón del salón de una mansión ni todos los recovecos de una calle ,inundada por las brumas otoño, a no ser que quiera imitar al naturalismo.

De hecho, el escritor lo que ha de hacer es lograr que la imaginación del lector vuele, darle los suficientes datos sobre una escena para que su cerebro la componga como mejor le parezca. De hecho, intentar dar todos los datos de una escena para que el lector se  la imagine tal y como se la imaginó su autor, es de una necedad manifiesta y habla del egocentrismo del escritor más que de la historia que intenta contar, es como si dijera algo así como, “Es mi historia y te la imaginas como yo quiero”.

Los humanos tenemos la capacidad imaginar, ya se peor o mejor o esté menguada por la cantidad de basura que vemos por televisión. Esa capacidad de imaginar tiene que ser seducida, guiada, nunca controlada. Un lector que detecta que le están intentando quitar la posibilidad de imaginarse lo que le dé la gana se revelará contra el autor, dejará de leer o, en todo caso, leerá el libro a regañadientes suspirando a cada página.

Por otro lado, no dar pistas sobre donde se encuentran los personajes, qué sienten o qué llevan puesto encima, aburrirá todavía más si cabe al lector. Tendrá que hacer un esfuerzo demasiado grande al imaginarse donde están y que hacen los protagonistas, y en una ficción, por mucho mensaje que pueda tener o lecciones que intente enseñar, lo que ha de ocurrir es que el lector se sumerja y disfrute de una historia vívida y apasionante.
Un libro no es una película. Cuando vamos al cine vemos la escena tal cual, una interpretación del director sobre cómo debe verse tal o cual suceso. No tenemos otra opción que sentarnos ante la butaca y disfrutar. Con el libro estamos obligados a imaginar tal cual imaginábamos las cosas cuando jugábamos de pequeños a indios y vaqueros.

Resumiendo, y esto va para mí también, que debería ir interiorizando estas cosas, no debemos bloquearnos a la hora de escribir una escena por que la detectemos sosa, o quizás demasiado recargada. Tenemos que encontrar el punto justo, cosa nada fácil, entre la sencillez y la brevedad con la descripción y la viveza de la escena. Pero sobre todo lo que tiene que hacer la escena es hacer avanzar la historia, no retenerla ni marear al lector.  
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